Se llevan muy bien. De su zona de trabajo saltan risas, conversaciones alegres y confidencias familiares. «Tú sabes que mi hijo…». «Te acuerdas de que hace tiempo...». Cariño, cielo, mi niña, chiqui. Solo salen de sus bocas palabras tiernas y mimosas, en una camaradería de gallinero organizado a la perfección donde las disputas no sobreviven, no llegan a nacer, o en todo caso son cuestiones laborales que les resbalan. Así un día y otro día, hasta que de repente pasa algo, lo que sea, y esa afabilidad se convierte en odio.

Estábamos todos pasmados mientras oíamos la discusión. Las voces con rabia, dolidas, se tiraban entre ellas, algunas más que otras, ofensas pasadas y rencores que parecen muertos pero que están muy vivos. «Somos malas», llega a decir la voz dominante, la más ofendida. «Somos malas porque lo tenemos ahí».

Este es un caso real, no es ningún cuento, y como suceso verídico nos hace pensar en el tipo de relaciones que mantenemos con los otros. Hasta qué punto somos sinceros o hipócritas en la amabilidad y la amistad que manifestamos. Las palabras dulces no deben engañarnos. En la superficie social todo está tranquilo y es color de rosa, pero ¿qué hay debajo, en el océano del alma?

Admito que sentí cierto alivio al escucharlas gritar. Siempre me ha costado creer tanta armonía y sonrisa amistosa, sin una falla. Soy de las que piensan que es bueno discutir y que de vez en cuando el océano debe desbordarse, aunque lo preferible es que no llegue a ahogarnos. Para ello hay que curar la herida antes de que se pudra y nos cercene, decir las cosas en el momento, cuando te dañan, y tirarlas fuera sin «tenerlo ahí». Quizá fuésemos mejores personas.

Luego sé que lloraron e hicieron las paces, y volvieron todas a sonreír.  

Comentarios

  1. Hecho en falta la necesidad de hablar de lo que uno/a siente. Es lógico que así es como se solucionan muchos conflictos y se impiden el origen de otros. Gracias por tu reflexión y por compartir dicha anécdota.

    ResponderEliminar
  2. Echo, cómo, impide*.

    Ahí tienes el origen de esos mensajes duplicados, Kaori, la torpeza de un servidor.

    ResponderEliminar
  3. Gracias a ti por comentar. A veces es difícil ser sinceros, pero deberíamos hacer el esfuerzo para evitar males mayores. Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Hoy día la sinceridad está mal vista y la hipocresía es lo común, unas veces porque no nos importa la otra persona, otras por vagueza, la razón más común es la de no crear conflicto, no ser el instigador de una discusión, "el problemático". Al final el no ponerse amarillo una y otra vez hace que cuando te pones colorado todo revienta, y lamentablemente, suele acabar matando una relación que podía haberse salvado.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog