El otro día paseaba junto a un parque y vi que una niña de unos seis años caía casi de bruces al tirarse por el tobogán. En el suelo y tal gato que se lame solo las heridas, se miró las manos y se las frotó despacio, puede que en un intento de calmar el daño que se había hecho. Su expresión era austera, callada. A mi alrededor nadie parecía preocuparse por ella y desde luego nadie fue a ayudarla. Me fijé en que había un hombre fuera del parque que se apoyaba contra el muro que bordea el paseo y que, inmutable, miraba el móvil.

La pequeña se puso de pie y se sacudió las rodillas; me dio la impresión de que era una forma tanto de limpiarse los pantalones como de comprobar por sí misma que el golpe no era grave. Yo tuve que seguir adelante, pero me giré interesada. La niña salió de la zona de juegos y cruzó hasta el otro lado en busca del hombre del teléfono. Creo que levantó brevemente la cabeza del móvil mientras la niña se ponía a su lado casi con timidez. Me quedé atónita. Cuando volví a mirar, silenciosa regresaba al parque y el señor continuaba con su teléfono.

Salvo sensaciones personales, no me estoy inventando nada. Esto pasa a diario. Cada vez veo más padres atentos a Instagram antes que a sus hijos que juegan en la calle. Me encuentro con madres que llevan en un mano el móvil y en la otra el carrito, y desde luego no es al bebé a quien miran. Vamos a darles el beneficio de la duda y pensar que en muchos casos se trata solo de un momento aislado, algo que tienen que consultar con urgencia… 

Sin embargo, hay una realidad que no puede negarse: estamos tan metidos dentro de nuestro smartphone que no somos conscientes del mundo en el que vivimos. No quiero demonizar las nuevas tecnologías, porque no tienen la culpa y bien empleadas son maravillosas, así que esto no va de destruir móviles, sino de priorizar. Párate y mira. Toca. Observa. Atiende a tu hijo que se ha caído.

Los niños hacen lo que ven. Luego no nos quejemos. 

Comentarios

  1. No te voy a engañar, veía venir lo del teléfono. Ayer mismo me subí en un cercanías y en un autobús y se podía distinguir a dos tipos de personas: los que estaban absortos en sus pensamientos y los que usaban sus teléfonos. Yo pertenecía a los dos grupos, como muchos de ellos, pero es cierto que a veces me preocupa que dejemos de lado el mundo que nos rodea a favor de otro virtual. Como tú bien has dicho, la tecnología, usada adecuadamente, es sensacional. La cuestión aquí es cómo la usemos cada uno de nosotros.

    El pasado sábado, por la noche, estaba con mi pareja en un cercanías, y me fijé en una chica que estaba leyendo un libro. Se lo dije a mi novia y me dijo que eso era raro hoy en día, afirmación que también comparto. Pero me gustó verla leer un libro, no todo tiene que ser WhatsApp, ¿no? La obra en cuestión se titula "Entre (a) mar y (a) mar.TE" (creo que se escribe así). No la conozco, pero desde luego, parece romántica, y me recuerda a otra época en la que era más fácil ver a alguien leer libros que coleccionando chuches virtuales.

    Y por favor, padres y madres de hoy en día, si estáis enganchados al teléfono, sustituid esa obsesión por atención hacia vuestros/as hijos/as. Es más saludable y os lo agradecerán.

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